«El Conde»: así es la película que busca, sin éxito, dejar en ridículo a Augusto Pinochet
El filme de Pablo Larraín en el que el dictador es un vampiro, en vez de ridiculizarlo, lo hace un villano entrañable, como Darth Vader o el Joker del cine.
Recientemente, se estrenó en Netflix, El Conde, la nueva película de Pablo Larraín. Un filme de ritmo lento, pero de una idea novedosa y en momentos muy bien llevada, en el que Augusto Pinochet, el tirano de una dictadura que robó y mató a miles de chilenos, es un vampiro, uno de más de dos siglos de existencia, y que lejos de ser ridículo, es carismático y ganador.
Con un elenco conformado por grandes actores y actrices como Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Alfredo Castro y Amparo Noguera, además de actuaciones prometedoras como la de Paula Luchsinger como la monja Carmen, en este apartado, el filme cumple y de sobra. De hecho, en todo en lo que consiste en la presentación de la película, es decir, el montaje, el vestuario, el sonido y las actuaciones, es hasta sobresaliente.
Sin embargo, lo anterior no es lo más importante al momento de evaluar un filme. El guion y la dirección, tienden a tener un mayor peso. Y en este caso, la idea detrás de El Conde es novedosa y su desarrollo es consistente y creativo (el origen de Pinochet vampiro en plena Revolución Francesa, su llegada a Chile, etcétera). De hecho, al final se anota un gran plot twist (o giro de trama) con la narradora, dándole un buen cierre al largometraje.
No logra provocar muchas risas y se hace lenta
No obstante, sí es cierto que en momentos El Conde se hace larga y tediosa. Su ritmo es lento. El montaje es espectacular, y las imágenes de Pinochet o su súbdito Krassnoff volando por Santiago son sublimes. Pero, la sobre-extensión de muchas escenas, hace que se genere un poco de agote en el espectador. Sin olvidar, que como comedia negra no hace reír en muchas ocasiones. Cuando lo logra, incluso son carcajadas, pero esto ocurre menos de lo esperado.
Hay también, claramente un vacío en cuanto a la clase de vampiro que protagoniza la película. Al parecer, es inmune a la luz del sol, entre otros detalles que no son explicados. Aunque, sin duda, lo más importante para la película no es el argumento detrás de esta criatura sobrenatural, sino que en cómo esta aporta al desarrollo de la historia. Y en ese sentido, cumple.
No cumplió sus objetivos
En entrevistas, Pablo Larraín e incluso parte del elenco de El Conde señalan que el objetivo es mofarse o dejar mal la figura del dictador Pinochet a través de la comedia negra. Y también, a su vez, generar un debate. Y ambos objetivos no se cumplen. Primero, porque esta película hace de Pinochet un villano carismático y ganador, que siempre se sale con la suya.
E incluso, al hacerlo sobrenatural y con características intelectuales y físicas que destacan sobre los demás personajes, lo convierte en una especie de villano entrañable como Darth Vader o el Joker. De hecho, su excentricidad lo hace un tipo de Joker de Phoenix, pero de derecha, y recordemos que esta versión del villano de Batman tuvo fans en todo el mundo (por sobre todo en sectores cercanos al anarquismo de izquierda).
Y finalmente, un gran debate tampoco generó. De hecho, más allá de otros comentarios más o menos extensos que se han hecho sobre esta película, la mayoría de las reacciones que uno ve en redes sociales son pinochetistas defendiendo al dictador, gente hastiada por filmes sobre este mismo tema o personas alegando que se haga una comedia de alguien que fue culpable de tantos crímenes (algo, que por cierto, se hizo en Jojo Rabbit con Hitler).
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