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«No sé para qué ofrecen becas o traen a extranjeros, si después no se harán cargo»: el crudo abandono que denuncian estudiantes chilenos en Rusia

Tratos discriminatorios e incluso violentos dentro de las salas de clases, desidia de parte de los diplomáticos chilenos y la amenaza de una vigilancia constante en un país en pleno conflicto bélico, son parte de los testimonios de quienes decidieron cruzar el mundo ante una tentadora oferta que hoy, dicen, parece un engaño.

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La invasión de Rusia a Ucrania provocó en la esposa de Leo un colapso nervioso de una gravedad tal, que las cosas tuvieron que terminar. Él, chileno, la acompañaba a ella, ucraniana, ahí, en el país invadido. Pero las cosas cambiaron como solo la guerra puede hacerlo cuando acontece y de un momento a otro, entre febrero y marzo de 2022, tuvo que dejar todo, o “perder todo”, como dice al recordar, y buscar otra alternativa.

Tampoco era tan ajeno lo de los países de esa parte del mundo: tenía experiencias de culturas distintas a la occidental tras haber pasado un tiempo en Rumania, otro en Moldavia, además de Ucrania. Así fue como supo de la Casa de Rusia en Santiago, “una agencia gubernamental autorizada para recibir solicitudes de becas”, como ellos mismos se presentan. Es decir, la Casa recibe subvención estatal de la Federación Rusa por promover la formación académica en el país dirigido por Vladimir Putin.

Fueron meses de gestión para Leo, de decidir si ir o no, de invertir ese dinero con el que “volvía a empezar”, con lo manoseada y cierta de la frase. Pero un día de octubre de 2023, cuando lo mira en retrospectiva, desde una parte de Rusia, lo resume:

“Llegué engañado. Después de haber perdido todas mis cosas en la guerra, ya había aprendido ruso. Entendía que la cultura era más o menos parecida (a la ucraniana). Así que decidí aceptar la oferta de la famosa Casa de Rusia”, dice a ADN.cl.

Leo es psicólogo y tiene de experiencia laboral un par de décadas. Fue por eso que no concebía llegar a Rusia únicamente a estudiar; quería trabajar (y debía hacerlo, por sobrevivencia). Y ese deseo de supervivencia fue el que empezó a mostrarle, poco a poco, una realidad poco conocida que sintetiza así: «la situación es muy aguda, sabemos que si abres la boca, te empiezan a amenazar».

Discriminación

Había una base del idioma que podría haber sido catalogado como básico, sino menos, pero al momento de las gestiones, recuerda Leo que «la universidad se da el lujo de tratarte mal, de andarte diciendo cosas a tirones para todas partes. Te controlan, te monitorean, te revisan todo, te tratan como basura y no se cumple nada de lo que dicen: que te van a ir a buscar, que te van a ayudar con los papeles, te arrojan a tu destino».

Asegura que son varios de compatriotas que están en una situación semejante, tratados “como basura”, y que crece si se mira a otros estudiantes oriundos de países con peores condiciones de vida, como Nigeria o Zambia, o territorios en donde conductas asociadas a la homosexualidad pueden ser castigadas por la ley. Y sin embargo, algo pasó en una de las clases:

«Una profesora se burló de la cueca porque me trató de obligar a bailarla. Le dije que no me parecía agradable, que no tenía ganas. Me empezó a tratar mal. Dijo que en mi país seguramente no sabían bailar (…) A otros compañeros, de Turquía o Siria, los obligó a bailar juntos, a sabiendas de las sanciones que hay en su cultura”.

Hay un factor oriental: en los últimos meses, Leo ha sido testigo de un aumento considerable de ciudadanos de nacionalidad china que han llegado a formarse académicamente a Rusia: “Son tantos, que las instalaciones no dan abasto: las salas siempre están hediondas, los profesores siempre están estresados, ellos no aprenden porque son tratados de forma premium, porque vienen por un trato político. Ellos saben que vienen como príncipes. No vienen a estudiar, sino a sacar un cartón para poder mejorar sus condiciones laborales gratuitamente, porque a ellos no les exigen nada en clases, a nosotros nos tratan pésimo porque, como somos tantos, están los profesores estresados y nos tratan como basura por el mismo motivo”.

Preguntando a sus compañeros, supo de la promesa que la Casa de Rusia hizo en sus respectivos países: “Que iba a estar todo bien, que les iban a dar de todo, que el gasto mensual es mucho menos de lo que decían que era, y muchos de ellos no tienen dónde volverse. Algunos hicieron una apuesta all in: muchas son personas que no tienen posibilidad de alegar porque no tienen dónde volver”.

La solución que otros connacionales le han propuesto ha sido que “pierda la plata, la inversión que hice y chao pescao”, pero más allá de eso, el trato hacia él y otros alumnos, dice que “es una cosa miserable. La mayoría de personas no tienen para comer: algunos compañeros de Nigeria o de Zambia que venían con la misma intención que yo de trabajar y estudiar, les dijeron que sí se podía, que estaba todo bien; hoy tienen que elegir si comen o estudian. Es decir, si mantienen el visado de estas personas o comen y se arriesgan a que les revoquen la visa y que con eso los deporten, los arresten”.

Desde la Casa de Rusia, contactados por este medio, explicaron que la selección de los estudiantes y la de la respectiva universidad pasa por el ministerio de Educación local y que, una vez decidido, “se encarga de distribuir sus solicitudes de acuerdo con la lista de universidades indicadas por los candidatos».

«Nosotros recomendamos encarecidamente a los estudiantes que siempre verifiquen la disponibilidad de residencias y sus condiciones entre otros aspectos importantes. El alojamiento es responsabilidad de las Universidades”, apuntaron.

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La Universidad Estatal de Moscú. / Getty Images.

Por cierto, la misma entidad estatal rusa desconoce este tipo de denuncias: ante las quejas expuestas por Leo, respondieron que “siempre les indicamos a los estudiantes a quién tienen que dirigirse en caso de alguna incomodidad. El trato es muy personal. Ojo, los chilenos tienen un típico complejo, piensan si van a reclamar directamente, a los que pueden resolver el problema, podrán tener las consecuencias negativas. No es así. Todos están interesados en que nuestros estudiantes se sientan bien en Rusia y en medida de lo posible, resolver las inquietudes. En este periodo de cinco años, cientos de estudiantes han viajado a Rusia y no hemos recibido reclamos significativos, en su mayoría son palabras de agradecimiento, que nos llenen de alegría. ¿Por qué?”.

El problema, a más de 14 mil kilómetros de distancia, pasaría como una mala experiencia si Leo no hubiese escuchado el testimonio de Nayareth: “Ella llegó a una residencia donde había ratones, cucarachas, orina, caca. A ello se suman amenazas de expulsarnos a la calle en invierno, que son respuestas también a la solicitud de transferencia de casa de estudio, si de ello dependiera vivir allá, pero es entrar en la misma dinámica porque pierden dinero de forma inmediata (por matrícula)”.

Basura y cucarachas

Lo de Nayareth fue menos intrincado, al menos al llegar a Rusia: una publicidad en Instagram en la que “lo pintaban todo hermoso”. “Postulé y quedé y decidí venirme a Rusia. Pensaba que todo iba a salir bien, estalló la guerra pero nos dijeron que no teníamos que preocuparnos”, explicó a ADN.cl. 

En la Casa de Rusia en Chile le explicaron que eran seis opciones a las que tenía que postular, pero que siempre era una de las tres primeras a las que quedaba. Lo que no le dijeron, pero que constató, era que la oferta era en el idioma del país de destino. Así fue como puso, de última opción, a la universidad de la república de Sajá, “y allá me mandaron”.

“(Desde la Casa de Rusia) dicen que es el ministerio (de Educación ruso) quien elige finalmente, pero hubo algo sospechoso: le escribí a la universidad de mi primera opción y dijeron que ni siquiera habían recibido mi postulación”.

Llamó al contacto en la Casa de Rusia en Chile y entre risas le dijeron «que cómo iba a sobrevivir, que en regiones, como en la que está la universidad de la República de Sajá, que no es Moscú ni San Petesburgo, tenían mejores albergues, y que incluso podría ser más económico que en las grandes ciudades».

Fue un viaje de casi cuatro días. Y cuando aterrizó en ese pequeño aeropuerto, no había nadie. “En la universidad no me respondieron cuando les avisé el día y la hora que llegaba, y no me fueron a buscar. Me dejaron botada en el aeropuerto. Yo sin saber ruso, sin saber nada, fue terrible. De la Casa de Rusia me dijeron que no sabían el número de la universidad”.

Cuando pudo finalmente resolver su traslado e instalación, se encontró con basura por todas partes.

Una universidad casi fuera de las opciones, en un dormitorio que era lo opuesto a lo limpio, fueron motivos suficientes para pedir una transferencia de casa de estudio. Y aunque le habían advertido que los dormitorios “no iban a ser tan bonitos, tampoco nos dijo que serían miserables”.

“No es un poco incómodo; es demasiada la insalubridad, las malas condiciones. En la de la República de Sajá había focos de luz que casi me cayeron en la cabeza dos veces; no limpiaban, no arreglaban, las cosas viejas que se rompían nos la hacían pagarlas. Te gritan, te llevan para allá, para acá; no entiendes ruso, después dicen que con el año preparatorio quedarás bien, y no. El año preparatorio te dejan hablando un ruso súper básico y después te mandan a la vida a estudiar una carrera y los profesores no te ayudan, tampoco las universidades. Te culpan a ti que no aprendiste en el año preparatorio. Y si pides ayuda por algo, te tratan de demostrar que eres una molestia”.

Si hubiera que hacer una descripción de la idiosincrasia, Nayareth pondría, como lo primero en la lista, que hay intento incesante de demostrar que Rusia es la mejor; o que hay una molestia profunda en todos quienes no hablen su idioma, “cuando es el único que ellos hablan”; o que hay una oferta para atraer extranjeros que termina cuando pisan tierra rusa. “Tuve que yo presionar a un ruso para que me acompañara al banco y ver qué onda. Tuve que hacerme exámenes médicos y nunca me informaron. Lo del seguro médico: la universidad te lo ofrecen, lo pagas y cuando lo necesitas, no sirve para nada”, acusa.

El cónsul, por su parte, dice Nayareth que “es simpático (el encargado del área de educación, Patricio Quintremán Lara), pero no tiene idea de nada: trata de ayudar, de escucharte, pero no sabe siquiera hablar ruso”.

Cuando finalmente pudo cambiarse de universidad, el ánimo era el mismo: huir.

“Logré arrendar, he intentado sobrevivir estos dos meses, pero estoy harta. La verdad quisiera solo irme a mi país. Es increíble el maltrato de los rusos: te ofrecen becas, te lo pintan todo bonito, y después se olvidan de ti; al consulado casi que hay que decirles que estamos allá, que somos chilenos. Ahora recién entiendo que el consulado ha estado presionando para que los informen de nosotros. Da rabia esto porque uno viene con ilusiones, se gasta harta plata, pero no es lo que dicen: te dejan a tu suerte y lo que nunca te dicen es que si te echas un ramo o algo, te mandan a tu país; o en otra universidad te hacen pagar. Esas cosas no se informan, sino que te enteras cuando estás cursando. No sé para qué ofrecen becas o traen estudiantes extranjeros, si después no se van a hacer cargo”, cerró.

Leo también habló con Quintremán de esta situación, pero su respuesta fue quizá insólita, según denuncia. “Me pidió que no escribiera cartas o e-mail, porque queda registrado en la embajada. Les dije que no”.

Y en las últimas horas, pudo identificar algo que él calificó como «forma de operar». «Parece que me quieren dejar como Nayareth: dejaron que expirara su visa para después tener argumentos para deportarla”. Y si esto no ocurrió, fue por una familia colombiana, no por la Asociación de Estudiantes Chilenos en Rusia.

Una respuesta

“Obviamente, cada uno de ellos tiene diferentes condiciones. Nosotros recomendamos encarecidamente a los estudiantes que siempre verifiquen la disponibilidad de residencias universitarias y sus condiciones entre otros aspectos importantes antes de su viaje”, precisaron desde La Casa de Rusia. Luego, añadieron: “¡En el programa de becas participan más de 700 universidades! Cada universidad tiene sus albergues estudiantiles y algunos son totalmente nuevos, otros son más antiguos, compartidos o individuales. También hay universidades que ofrecen varios tipos de residencias de diferentes precios. Por ejemplo, el albergue por el cual paga el estudiante que se quejó, cuesta CL$30 mil mensuales… Sí, para Rusia también es barato”.

Hay una dinámica, un círculo que mirar: condiciones de dudosa higiene y tratos amenazantes del que no se hace cargo quien ofreció la oportunidad y que, según La Casa, depende de cada universidad. Pero las mismas universidades pierden dinero si hay una fuga de estudiantes, por lo que los retienen, y no de la mejor forma, para que finalmente los estudiantes vayan al consulado de Chile en Rusia, así como hizo alguna vez él y Nayareth, y que les digan que le avisen “a la misma Casa Rusa que están disconformes»:

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Los baños de las residencias. / Cedida.

“No están ni ahí con nosotros (…) El consulado nos tiene abandonados. Nos han dado ‘apoyo moral’. Nayareth conoce un montón de casos de otras personas que están muertos de miedo de hablar porque sabemos que la Asociación de Estudiantes (chilenos en Rusia) trabaja con la Casa de Rusia y con la Federación Rusa, entonces en caso de dar cualquier paso en falso, nos van a cortar la cabeza (…) El abandono del consulado es innombrable, un saludo a la bandera: ellos lo pasan de lujo y que lo pasen mal los pobretones”.

La Asociación de Estudiantes Chilenos en Rusia, un grupo que Leo resumió como sujetos que atemorizan a quienes quieran contar estos testimonios porque “como están metidos en la política local, viven intimidando a las personas que quieren contar esto».

“Son decenas de personas que están asustadas, porque está esta agrupación política, que se pinta como que ayuda a estudiantes chilenos, pero lo que hacen es opacar, silenciar e incluso silenciar cualquier iniciativa que diga la verdad de lo vivido (…) Empezaron a atacarme, a inventar cosas, sin saber quién soy para, de esa forma, desacreditar las experiencias que he tenido, como lo han hecho con otros chilenos que están en Rusia que también lo han pasado pésimo”, advierte.

La Casa de Rusia

Los siguientes párrafos son diagnósticos de La Casa de Rusia ante las situaciones antes denunciadas:

“Todos son jóvenes extranjeros con diferentes costumbres y códigos culturales que recién comienzan su vida independiente fuera de sus casas donde sus padres se ocupaban de la limpieza y la preparación de comida. ¡Imaginen, la pieza de su hijo adolescente…, y ahora de varios adolescentes juntos! Ahí recién los jóvenes entienden, que los platos no se lavan solos, uno tiene que encargarse de todo».

“En cuanto a nuestra parte, estamos comprometidos en proporcionar a nuestros estudiantes toda la información necesaria, brindándoles contactos relevantes. También organizamos constantemente videoconferencias para postulantes con los chilenos que ya están estudiando en Rusia, para que nuevos candidatos puedan conocer de primera mano diferentes ciudades de Rusia: condiciones, dificultades, pros y contras. Y creemos que este mecanismo es muy útil para quienes estén pensando en estudiar en Rusia. También existen grupos de WhatsApp y Telegram donde los estudiantes chilenos que viven en Rusia pueden compartir sus experiencias».

“Durante sus estudios en Rusia, la universidad se hace cargo de todo y solo los funcionarios de la universidad tienen el poder de resolver cualquier problema que surja».

“Nuestro programa de becas tiene una larga historia, que se remonta a los tiempos de la Unión Soviética, y miles de chilenos han recibido una educación de alta calidad en Rusia, lo que les ha permitido tener exitosas carreras en diferentes países».

“Recuerden que cualquier problema, si es objetivo, se puede resolver. Siempre estamos en contacto con nuestros estudiantes a través de correo electrónico para apoyarlos en cada paso de su viaje educativo”, cerraron.

*Los nombres de los chilenos fueron cambiados para cuidar sus identidades. 

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