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Magma en Chile: una experiencia que hay que ver en vivo

El grupo francés se encuentra por tercera vez en el país para tres conciertos, y en su primer show mostró la excelente factura de su material reciente.

Magma en Chile: una experiencia que hay que ver en vivo

Una banda tan única, tan original que creó su propio mundo relato sonoro y estético, no podía sino formar auténticas comunidades de dedicados fans. Y en el Chile de la “inmensa minoría”, por aludir al antiguo slogan de nuestra radio hermana Futuro, es un grupo que ha cimentado un auténtico culto local, tan así que la banda francesa vino exclusivamente al continente para tres únicos shows en nuestro país, dos en Santiago y uno en Concepción.

Esta tercera visita al país constituye un nuevo reencuentro del público con el universo creado por Christian Vander, pilar y único integrante estable del grupo, quien nunca deja de manifestar (musical y verbalmente) su amor por John Coltrane, y que por su sublimidad técnica es comparable con otros mega-virtuosos de la batería, como el desaparecido Neil Peart de Rush, aunque quizás la asociación más adecuada sería al viejo baterista de Coltrane, Elvin Jones.

El lenguaje musical propio creado por Vander, que funde jazz coltraneniano, improvisación, minimalismo, gospel, Stravinsky y Carl Orff, va de la mano del ejercicio tolkieniesco de crear un lenguaje verbal, el kobaïano, que corresponden a los textos cantados.

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Fotografía de Julio Celis.

La conformación actual de Magma es similar a un ensamble, integrado por doce músicos, donde destaca todavía la voz penetrante de Stella Vander, exesposa del líder. El primero de los shows, en el Teatro Nescafé de las Artes, en cuanto a repertorio, tuvo dos pilares: el nuevo disco Kãrtëhl, del año pasado, y el celebrado trabajo de 2009 Ëmëhntëhtt-Ré (se espera que este sábado toquen íntegro el que es quizás su trabajo más clásico, Mëkanïk Dëstruktïẁ Kömmandöh de 1973).

Las presentaciones de Sat Shabd Singh y del grupo viñamarino Tryo como teloneros, ayudaron a fijar una atmósfera adecuada en el recinto, y sirvieron de obertura para la experiencia que seguiría.

Y para realmente absorber esta confluencia musical, la experiencia en vivo es fundamental. Primero, porque el fluir continuo de la música, llena de sutiles transiciones, acarrea al oyente a un estado de trance, y una relativización de la sensación de tiempo y espacio, comparable a la conseguida por los grandes compositores del modernismo musical.

El desarrollo solo se vio interrumpido alrededor de la mitad del show, por la abrupta salida del guitarrista Rudy Blas del escenario. Los músicos decidieron parar por un par de minutos, solo para decidir continuar el concierto sin su compañero, lo que no afectó mayormente las electrizantes interpretaciones que seguirían.

La reconocida prolijidad técnica de Vander siempre maridada con el manejo del excelente bajista Jimmy Top, configuraron la amplia gama de bases rítmicas sobre la que se desarrollan canto coral y patrones melódicos hipnóticos, que empujaron la improvisación más allá de los confines imaginables.

Hace unas décadas, una frase típica del público rockero estadounidense era “no hay como un concierto de los Grateful Dead”. Acá podemos decir, no hay como un concierto de Magma.

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Fotografía de Julio Celis.

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