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La guerra de Yom Kipur: cuando Israel recibió ayuda de Estados Unidos ante una derrota inminente

Egipto y Siria atacaron por dos frentes, como respuesta al conflicto israelí que les permitió hacerse con la península de Sinaí y la Franja de Gaza de Egipto, los Altos del Golán de Siria, y Jerusalén Este y Cisjordania, de Jordania. El país norteamericano respondió por dos motivos: la crisis del petróleo y la intervención de la Unión Soviética.

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El ataque de 2.500 misiles de Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica con apoyo de Irán, Siria y el grupo islamista chií libanés Hezbolá) en contra de distintas ciudades del centro y sur de Israel, entre ellas Jerusalén y Tel Aviv, que derivó en una declaración de guerra, reflotó un momento de la historia en la que el país afectado quedó expuesto, incluso vulnerable: la guerra de Yom Kipur, ocurrida en 6 de octubre de 1973. 

El nombre del conflicto fue por la fecha elegida los atacantes, Egipto y Siria: el Día de Yom Kipur es la fecha más sagrada del calendario hebreo, de acuerdo a una nota de la BBC. Un día en el que en Israel no había transporte público, ni transmisiones en los medios de comunicación; los ciudadanos se encontraban en ayuno absoluto y las sinagogas se repletaban de fieles.

Pero la ofensiva tuvo como respuesta un acuartelamiento prácticamente inmediato de los reservistas israelíes.

En la nota del medio británico se destaca: «La ofensiva que meticulosamente había planificado el gobierno del presidente egipcio Anwar Sadat junto al mandatario sirio Hafez al Asad, no solamente arrasaría con las líneas de defensa de Israel, sino que sería capaz de hacer sentir a los líderes israelíes que podían estarse jugando la supervivencia de su Estado, como en la guerra de Independencia de 1948″.

Era la cuarta guerra en la que Israel se enfrentaba a Siria y Egipto: la última fue la Guerra de los Seis Días, de 1967, en la que Israel se hizo de la península de Sinaí y la Franja de Gaza de Egipto, los Altos del Golán de Siria, y Jerusalén Este y Cisjordania, de Jordania. Fue una cicatriz que motivó la ofensiva.

Para entonces, Israel había concentrado sus fuerzas de guerra en la adquisición de aviones y tanques; pero la falta de armamento defensivo, como antimisiles, y la soberbia tras la Guerra de los Seis Días, «fue un error muy costoso», se consigna.

Así, el día del ataque, Egipto contaba con 240 aviones, 2 mil tanques, y al rededor de mil piezas de artillería y dos mil anticañones y lanzamisiles antitanques. El bombardeo fue de 20 minutos, pero la artillería fue de 30 minutos. Una estrategia que permitió que las fuerzas egipcias cruzaran el Canal de Suez con 500 tanques. 

La falta de suministros fue la debilidad de Israel. Pero todo cambió cuando, como respuesta a la ayuda que la Unión Soviética brindaba a Egipto y Siria, Estados Unidos comprometió el envío de 24 mil toneladas de equipamiento militar y logístico, el que incluía misiles y tanques.

Por cierto, había intereses económicos detrás: a propósito de la posición del país norteamericano, los países arábicos cesaron el envío de petróleo, lo que confluyó en «La Crisis del Petróleo» de 1974: el barril cuadruplicó su precio, afectando la economía global: inflación, estancamiento y despidos en masa en países importadores de crudo. 

Finalmente, el 14 de octubre Israel comenzó la contraofensiva: en el Canal de Suez enfrentó al ejército egipcio, atacando 250 vehículos blindados. 

“En el primer día de la guerra, (el general de las Fuerzas de Defensa de Israel -IDF- David) Elazar dijo a su gente cercana: ‘No podemos ganar esta guerra'», comentó Abraham Rabinovich, autor de un libro sobre la Guerra de Yom Kipur y corresponsal de esos años del Jerusalem Post, citado por la BBC.

Pero el conflicto en el Canal de Suez permitió a las fuerzas israelís avanzar hasta llegar a 100 kilómetros de El Cairo, amenazando, finalmente, al gobierno de turno. Ello derivó en un decreto de cese al fuego por parte del Consejo de Seguridad de la ONU el 22 de octubre. Allí terminó la casi inminente derrota de Israel.

El historiador Efraim Karsh, citado por el medio europeo, escribió: «La guerra de 1973 redimió la dignidad y la autoestima árabes, permitiendo al presidente egipcio Anwar Sadat utilizar su recién adquirida preeminencia para desvincular a su país y, como consecuencia, a gran parte del mundo árabe, de su fatídico encuentro con el Estado judío”.

Israel quedó profundamente humillado. La complacencia que se había apoderado de la psique israelí tras la asombrosa victoria de 1967 quedó irrevocablemente destrozada. Por primera vez desde el establecimiento de su Estado, los israelíes sintieron que su existencia estaba en juego (…) El Israel que surgió del trauma de 1973 era una nación diferente: sobria, moderada y marcada de muchas maneras con cicatrices duraderas. Todavía desconfiaba de sus vecinos, pero estaba más atenta a las señales de moderación regional; muy preocupada por los riesgos de seguridad que conllevan las concesiones territoriales, pero consciente de que [el control de] la tierra no podía comprar seguridad absoluta».

Con todo, el gobierno egipcio firmó un acuerdo de paz en 1979, en el que se recuperaba la soberanía de Sinaí, a cambio de reconocer a Israel como Estado legítimo y soberano. Ello perduró por cuatro décadas. El saldo, sin embargo, fue de 2.656 soldados muertos, 15 mil heridos y mil prisioneros capturados. 

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