La represión militar y policial contra las protestas en Colombia: «Esto es una cacería»
El presidente de la Comisión de la Verdad, el sacerdote jesuita Francisco de Roux, aseguró que "esta barbarie tiene que parar".
En pleno mayo de 2021 las calles de Bogotá observan tanques y tanquetas en sus calles, como se vieron en Santiago en 2019. La represión militar y policial no frena sobre las manifestaciones en contra del gobierno del derechista Iván Duque. Una estudiante de Manizales relata que «básicamente esto es una cacería».
Luna Giraldo está documentando el violento actuar de los agentes estatales sobre la ciudadanía. Ella indica que la noche del 3 de mayo será recordada como una de las más dolorosas de las protestas. «Nada ha sido como lo de anoche», explica la universitaria sobre lo ocurrido este martes, cuando los muertes se cuentan en decenas.
Desde hace más de una semana las personas utilizan sus teléfonos para registrar los desbordes de brutalidad. Es la violencia que se concentra en los barrios trabajadores de Bogotá, Medellín, Manizales o Cali. Naciones Unidas y la Unión Europea ya mostraron su preocupación por los abusos institucionales en Colombia.
La ciudad de Cali parece el epicentro de la represión más cruenta contra la población. El 28 de abril un policía asesinó a Marcelo Agredo de 17 años y el 2 de mayo le dispararon a Nicolás Guerrero de 22 años. «Pensé primero que la policía usaba armas de goma, en realidad era armas de fuego«, cuenta el abogado Juan Gómez.
El profesional fue testigo directo del asesinato de Guerrero. «A Nicolás le dan en la cabeza, la policía apaga la luz de las calles, y yo estaba en una gasolinera que tenía luz», cuenta a El País. El abogado explica que «murió a nuestros pies, a los pies de 20 o 30 personas que lo auxiliamos, y lo vimos agonizar».
El 3 de mayo fue el turno de Kevin Agudelo de 22 años, un estudiante universitario. El joven asistía a un homenaje para colocar velas a los fallecidos en territorio caleño. Su padre Luis relata que «él murió ahí, al parecer, le dispararon con un fusil«. La policía controlaba la zona y portaba armas de fuego.
Esa noche los policías dispararon contra un grupo de defensores de derechos humanos que iban con oficiales de la ONU. Ana Burgos, del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, cuenta que «nos rodean, nos pegan, me tiran al suelo… sentí miedo, temí por mi vida». Ella concluye que «nos iban a matar».
La mujer detalla que hubo disparos «al piso, al aire y a la humanidad de nosotros». Todos ellos fueron rescatados por habitantes del sector que hicieron de escudos humanos. El director para las Américas de Human Rights Watch, José Vivanco, condenó «el ataque de policías contra un equipo de sociedad civil».
En Manizales la policía rodeó a un gran grupo de personas que protestaba pacíficamente en una plazoleta. Les lanzaron gases lacrimógenos y los manifestantes corrieron hacia los barrios de Fátima y Palermo. En la cacería los agentes lanzaron un gas al interior de un bus del transporte público, asfixiando a sus pasajeros.
El presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco de Roux, constató la existencia de «disparos, muertos y heridos en Cali y en otras ciudades». El sacerdote jesuita manifestó que «son inaceptables y nos producen un hondo dolor». Para de Roux «esta barbarie tiene que parar» y defendió la «movilización pacífica».
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