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Triunfante debut de Luis Toro Araya en la Sinfónica Nacional de Chile

El joven director chileno, que ya ha estado con las más importantes orquestas del país, dirigió con éxito por primera vez a la orquesta estatal.

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Triunfante debut de Luis Toro Araya en la Sinfónica Nacional de Chile

Triunfante debut de Luis Toro Araya en la Sinfónica Nacional de Chile / Juan Pablo Garretón

Muy anticipada era la última fecha de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, realizada el pasado fin de semana. Habiendo debutado ya con la mayoría de las principales orquestas del país, era la que faltaba por colaborar con el ascendente director chileno Luis Toro Araya, quien precisamente en todos los otros conjuntos había demostrado ya sus tremendos dotes en este exigente oficio, dando luces de que un brillante desarrollo le espera en su carrera.

Ambas funciones en el Teatro Universidad de Chile se agotaron para escuchar como comandaría dos obras desafiantes, amadas por el público melómano. En primer término, el Concierto para Violín Op.35 de Pyotr Ilich Tchaikovsky, que contó con la joven solista checa Pavla Tesarová.

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Con solo 20 años de edad, esta violinista da muestras de enorme madurez en su interpretación. Solo unos leves motes y algunos rubatos dudosos, no opacaron el hecho de que le imprimiera una personalidad a la obra, basada en fuerza juvenil, y siempre manteniendo un bello sonido, incluso en los sobreagudos.

Mejor aún fue el fantástico acompañamiento orquestal, en que Toro Araya dejó ver una empática sensibilidad a la hora de trabajar con un solista, acoplándose perfectamente a la visión de Tesarová, y marcando sólidamente todos aquellos momentos en que la orquesta toma protagonismo.

Fue una imponente versión. Pero sería aún más excelso lo que vendría en la segunda parte de la velada, con el poderoso poema sinfónico ‘Así Habló Zarathustra’ de Richard Strauss. Archiconocida es la fanfarria inicial, popularizada por el clásico film ‘2001: Odisea del Espacio’, pero todo lo que viene después son 35 minutos de música sumamente honda, intricada pero perfectamente hilvanada, que no es fácil.

Y precisamente si hubiese que resumir en un concepto lo logrado por Toro Araya y la OSNCH aquí, podríamos decir que se basó en la claridad. Como analogía, podría ser una visión HD, convertida en sonido. El buen momento que atraviesa la orquesta por cierto fue vital. Virtuosismo orquestal a la vena, guiado por un talentoso maestro, del cual ya no queda de su tremenda capacidad para abordar repertorio de alta complejidad.

Un triunfazo para el joven director, que esperamos siga viniendo y aportando a nuestro medio, ya que está radicado en Suiza. Interesante sería a futuro escucharlo con esta orquesta en obras de Bruckner, Mahler, Schoenberg, Varèse, Bartók o Lutoslawski, o estrenando obras de nuestros compositores.

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