Durante los últimas semanas de lo que va del año 2024 se ha hecho más común hablar del fenómeno de La Niña, sobre todo luego de que El Niño terminara oficialmente.
Todo se trata de un nuevo patrón climático que según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (Noaa en inglés) tiene un 65% de probabilidades de llegar entre julio y septiembre.
En simple el evento ocurre cuando las aguas superficiales del Océano Pacífico central y oriental se enfrían más de lo normal, implicando ciertos cambios en los climas a nivel mundial, pero también en los ecosistemas e incluso en las economías de distintos países.
Lo anterior no ocurrirían en un cronograma regular, pero suele llegar cada siete años en promedio. “Durante un año de La Niña, las temperaturas invernales son más cálidas de lo normal en el sur y más frías de lo normal en el norte”, plantean desde la Noaa.
Siendo así, La Niña es la contraparte de El Niño, el que se caracteriza por temperaturas oceánicas cálidas en la parte ecuatorial del Pacífico.
Y si bien ambos tienen la capacidad de influir en los patrones de lluvia, la presión atmosférica y la circulación del aire a gran escala, La Niña podría implica condiciones más secas de lo normal a lo largo de la costa occidental de Sudamérica en una duración que puede ir entre uno y tres años.
Siendo así, en Chile se podrían presentar efectos como sequías, menos precipitaciones de las ya vistas o el descenso en los termómetros.
Mientras los inviernos podrían ser más fríos, los veranos también tienen la chance de ser más calurosos. A la par, en el Atlántico, influiría en la temporada de huracanes.
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