Estudio vincula el tener gatos con el riesgo de padecer esquizofrenia
Este análisis comprensivo revisó 17 estudios realizados en los últimos 44 años en 11 países, incluyendo Estados Unidos y Reino Unido.
Un estudio reciente liderado por investigadores australianos sugiere que tener un gato como mascota podría estar asociado con un riesgo duplicado de desarrollar trastornos relacionados con la esquizofrenia. Este análisis comprensivo revisó 17 estudios realizados en los últimos 44 años en 11 países, incluyendo Estados Unidos y Reino Unido.
El estudio, publicado en el “Schizophrenia Bulletin” en diciembre, reaviva la hipótesis planteada inicialmente en 1995 que vincula la exposición al parásito Toxoplasma gondii, comúnmente encontrado en gatos, con la esquizofrenia. Aunque los estudios anteriores han ofrecido resultados mixtos, esta investigación reciente encontró que las personas expuestas a gatos tenían aproximadamente el doble de probabilidades de desarrollar esquizofrenia tras ajustar por diversas covariables.
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El T. gondii, que puede transmitirse a humanos a través del contacto con heces de gatos infectados o mordeduras, es mayoritariamente inofensivo, pero puede afectar al sistema nervioso central e influir en los neurotransmisores, lo que podría relacionarse con cambios de personalidad y la aparición de síntomas psicóticos.
El equipo de investigación, liderado por el psiquiatra John McGrath del Centro de Investigación de Salud Mental de Queensland, subraya que, aunque existe una correlación significativa, los estudios analizados son predominantemente de casos y controles, lo cual limita la capacidad de establecer una relación de causa y efecto definitiva. Además, varios de los estudios son de baja calidad, lo que podría influir en los resultados.
El estudio también destaca inconsistencias en los resultados; por ejemplo, un estudio no encontró una relación significativa entre tener un gato antes de los 13 años y desarrollar esquizofrenia más tarde, pero sí encontró un vínculo al limitar la posesión del gato entre los 9 y los 12 años. Esto sugiere que el período crítico de exposición a los gatos aún no está claramente definido.
Los investigadores concluyen que se requieren más estudios de alta calidad y con muestras grandes y representativas para comprender mejor la posible relación entre tener un gato y el riesgo de trastornos mentales. Esta investigación subraya la necesidad de seguir explorando cómo interacciones específicas con mascotas pueden influir en la salud mental humana.
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